viernes, 13 de enero de 2012

De tus supuestos y aparentes.

Las gotas de mis lágrimas dejaron su huella sobre mis mejillas, el marrón negruzco del rimmel manchaba mi rostro y, dejaba surcos y dibujos abstractos.

Restos de un corazón roto.

Sonaba The Corrs de fondo, Sanz hacía la segunda voz, y ya ni podía recordar el nombre la canción, era él...
El dolor en mi pecho iba descendiendo por mis pulmones, mi hígado, el bazo, por todo mi cuerpo; congelaba mis extremidades y estremecía mi estómago, era como el erizar de la piel cuando ésta es tocada por el agua congelada de la mañana. Un dolor seco, punzante, venenoso, invasivo y progresivo.
Su olor ya empezaba a desaparecer de mi cardigan color verde esmeralda, mi cabello enmarañado por sus manos recién empezó a alisarse y en mi boca estaba el sabor amargo de la verdad, mezclado con té natural y, aderezo Cesar.
Sus palabras aún resonaban en mi cabeza. "No puedo", "no es posible", "yo te amo", "quisiera poder hacer algo más". Pero aún así, mi mente jamás olvidaría las cosas que jamás hizo, las promesas dadas por alto, lo que daba por hecho y lo que no.

Querido, sabes que te amo. ¿Verdad?. Es penoso para mí decirte cuánto siento no comprenderte, entiendo, pero no comprendo. Y creo que ese es el problema, entrañablemente te necesito, te justifico siempre ante mí, ante todos; y eso no es lo que necesitas, querido. Mi necesidad dependiente va de lo amada que creo sentirme, de la ilusión que me creé, que nos creé. Porque estemos claros, amor; tú jamás te has entregado con pasión, con el desenfreno de la primera ilusión, con la incertidumbre de la espera, y el desinterés nulo que da el enamoramiento. Que, viéndolo desde mi punto de vista, nos puede durar hasta unos tres años, orgánica-mente. Pero, acaso, debemos esperar hasta tres años para saber que no me quieres como yo a ti, que no me amas así; y discúlpame, querido, me siento en extremo egoísta, tan sólo por pretender que me des un poco más de lo que doy, o sólo un poco de tu atención, querido. ¿Mucho pedir?

Esto te lo pregunté, pero no me respondiste. Las lágrimas amenazaban por caer, te hundiste en el pozo ambar de mis ojos, que a la hora del búho, ya venía siendo color ébano. Tomaste mi cuello, intentando besarme. No lo permití. Acariciaste mi cabello, como lo hiciste tantas veces.. aquellas tardes que pasábamos mirándonos a los ojos, sin más que una manta separándonos. Tomaste mis manos, besándolas sin cesar; juré ver una gota perlada en uno de tus ojos, pero creo que fue mi tonta imaginación, ilusa, la pobre, esperanzada.

Estoy cansada, amor. No quiero saber que lo intentas, quiero escuchar que lo haces. De tus supuestos intentos, de tus aparentes pruebas... Sólo quiero saber que me amas, ¿es mucho?. Que te importo, ¿es así? No puedo seguir contigo... Ésta debe ser la noche más difícil de mi vida, al menos, si te vas, no me sueltes. Si no vuelves, bésame y vete.

Y así, quedaron mis labios y mi corazón rotos... Mi cena en su casa, y su foto frente a mi cama.

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