sábado, 25 de febrero de 2012

te he echado de menos

Desperté agitada, mi corazón corría a mil por hora, hiperventilaba y no paraba de pensar en el sueño de hace unos minutos. Mi cabeza martilleaba de dolor, éste sueño repetitivo volvía a mí..

"Sonó la puerta de la entrada, era un toque insistente y enérgico, -¿quién es? -dije, pero nadie contestó. Mi corazón iba acelerado, como potra rebelde. Abrí la puerta, y él estaba ahí
-¿puedo pasar? -preguntó, yo sólo supe afirmar con mi cabeza, y bajar mi mirada, que si pudiera, la misma hubiese derretido el porcelanato de mi piso.

Se paseó con parsimonia por mi sala de estar, cualquiera que no lo conociera podría pensar que estaba taciturno y pensativo, en cambio, yo sé que sólo está esperando el momento para abalanzarse sobre mí.
Le ofrecí café, se negó, de nuevo lo hice y rechazó hasta el té; la lluvia empezó a caer, haciendo estragos y creo que consiente de mi estado; me fui enfriando, y su mirada se volvió tan oscura como la noche antes del amanecer, sin siquiera darme chance de acostumbrarme a su presencia. Echada en mi sofa de terciopelo lila, mis pies reposaban en el aire, salidos del sofá, yo sólo embutida en mi bata de seda color salmón daba la impresión de un duendecillo, aun con mi cabello suelto, enmarañado por la cama.
-¿piensas quedarte allí toda la noche? -mi voz suave contrastó con el sonido del trueno que seguido de un rayo, iluminó la habitación.
Silencio.
Me miró fijo, repasando mi figura. Se acercó al sofa y se arrodilló ante mí, tomó mi pie derecho entre sus manos y empezó a masajearlo.
-¿cómo debo interpretar esto? -le dije cerrando mis ojos y recostándome hacia atrás, mi columna se iba relajando y mi respiración acompasando. Él no respondió.
-Voy por un poco de té -le dije con voz pastosa, y seguí mi camino por el corredor hasta la cocina, no lo oí caminar, sabiendo lo sigiloso como un gato que solía ser; tuve que contener un gemido de asombro cuando tomó de mi cintura y me rodeó con sus amplios, fuertes y tibios brazos, me volteó y puso sus ojos sobre los míos.
Era un juego del que más puede, para mí, hice prueba de mi autocontrol cuando un rayo iluminó mi cocina y con ella los ojos de mi amado, mi gran pesadilla. Miel.
Me besó.
Y lo sentí, en los más profundo y recóndito de mi ser... Fue como el trinar de las aves, mantequilla y azucar derretida, el abrazo de un ser querido, el despertar de un sueño eterno.. El sol sobre mi piel, canela y vanilla, y la arena debajo de mis dedos.
-Te encontré.. De nuevo- me dijo, primera vez que escuchaba su voz, y la vez número un millón que la reconocía."

Su voz acarició mi piel, sus palabras llenaron mi alma y me sentí plena, como cada vez que el hombre de mis sueños volvía a visitarme, pero a la vez; su visita dejaba sabor a hiel y a resignación, por no tener su olor a incienso cada noche acompañandome en mi cama.